En la comunidad de Mata Naranjo, en Hatillo, San Cristóbal, funciona el Centro de Acogida Al Adulto Mayor (Ama), una casa modelo del Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape) donde son llevados de manera temporal los envejecientes que son rescatados de las calles; que han sido abandonados en hospitales, o se encuentran en condición vulnerable dentro de su familia.
Allí permanecen por 24 o 48 horas hasta su ubicación en un hogar permanente o su reingreso al seno familiar. Tiene un año y medio en funcionamiento y en los planes del Conape está replicar ese modelo a otros puntos del país.
Funciona, además, como Hogar de Día donde acuden a diario entre 50 y 60 adultos mayores de ocho de la mañana a 12 del día.
La casa, una infraestructura con amplio terreno, con piscina, jacuzzi y otras comodidades, fue incautada por las autoridades judiciales y cedida a Conape por la Procuraduría General de la República.
Previo a su apertura, se hizo un levantamiento a nivel nacional que mostró la existencia de por lo menos 1,261 adultos mayores deambulantes en las calles.
Desde entonces, de acuerdo a la directora del Conape, Nathalie María, el programa fue ampliado a envejecientes abandonados en hospitales y en condiciones vulnerables dentro de la familia, impactando a 418 adultos mayores.
De estos, explicó, unos 178 adultos mayores han sido devueltos a la familia; 111 reubicados en hogares y 121 ingresados en centros geriátricos permanentes.
En esta casa funciona también el programa Quisqueya Aprende Contigo, donde cerca de 50 adultos mayores reciben alfabetización.
Asimismo, hay programas de gimnasia, juegos, piscina para hidroterapia, reciben masajes, se les enseñan manualidades y pintura. Acude una vez a la semana un barbero y son instruidos en la higiene y cuidado personal. Se les da además asistencia legal en caso de necesitarla.
Crianza y cultivo
Allí funciona el proyecto Abuelo Productivo en Casa, donde al que no tiene algún terreno para cultivar se le permite hacerlo en un área productiva del centro, y se le entrega un par de gallinas ponedoras para su beneficio.
“Aquí le permitimos cultivar rubros y criar gallinas”, explica Rosa Espinal, encargada del centro. Detalla que antes de la práctica de deportes son sometidos a chequeos de presión arterial, glicemia y les ofrecen charlas educativas. En los primeros dos meses del año, al hogar habían sido llevados dos envejecientes que se encontraban deambulando en las calles.
Al hablar con orgullo de este centro, la directora del Conape, explica que Ama, dirigido por la reconocida comunicadora María Cristina Camilo, es modelo para el programa que involucra al Estado, la comunidad y la sociedad civil.
“El envejeciente primero se lleva al hospital para hacerle una evaluación médica y estabilizarlo, luego se lleva a la casa, donde si tiene familia se le ubica, sino tiene familia es responsabilidad del Estado y se lleva a un hogar de ancianos”, explica. Dice que es un centro cinco estrellas, y que la aspiración del Conape es que sean todos iguales
Hogares de Día
Otra modalidad que desarrolla Conape son los Hogares de Día, contando actualmente con 30 de estos centros diurnos que reciben actualmente 718 adultos mayores.
La asignación económica conjunta para los centros es de RD$956,564.93, distribuidas en subvenciones que van desde RD$26,000 hasta RD$59,000 mensuales, de acuerdo a datos del Conape.
En alimentación la inversión general ronda los RD$1.6 millones; en nómina se paga unos RD$4 millones; en alquiler de locales RD$201,480, para una inversión anual de alrededor de RD$89,935,387.17.
El costo mensual por envejeciente es calculado en RD$7,000 y se estima que el anual va entre los RD$57,000 y RD$199,000.
Allí el envejeciente llega a las 8:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde, según las últimas disposiciones del Conape.
En familia
En los hogares de día el adulto mayor recibe alimentación, vigilancia de su salud y orientaciones. La mística, de acuerdo al organismo rector, es que allí los envejecientes encuentren una familia y compartan inquietudes con personas de su misma edad.
“Le enseñamos a cuidar su aspecto físico, porque la mayoría de ellos viven solos, son abandonados por los hijos, y no tienen quien les lave la ropa, los peine, les corten las uñas. Somos su familia, porque en la mayoría de los casos la familia no da la cara”, explica la doctora Rosy Molina, fundadora del Hogar de Día de Sabana Perdida en Villa Mella, donde acuden de manera fija unos 40 envejecientes y otros ocasionales.
En este hogar diurno se organizan encuentros transgeneracionales, donde se llevan estudiantes de colegios a compartir con los envejecientes.
“Queremos que vean el valor del abuelo, que es el roble de la familia. De no aislarlos, no reprimirlos. Vemos con frecuencia que los hijos le dan una habitación en la casa, pero le dan la del servicio, a ese ser que fue quien lo creó y crió. Vienen solos a la consulta, y yo le pregunto que si mandaban a su hijo solo al pediatra”, señala la especialista.
“Los recibimos de 60 años en adelante, lo que más lo lleva al centro es la convivencia con otras personas. Cuando no pueden venir llaman y sino mandamos a ver por qué no vinieron”, explica su directora interina, Ramona Moronta, durante una visita hecha al hogar por periodistas de LISTÍN DIARIO.
Viven solos
La mayoría de los envejecientes que acuden a ese centro viven solos. De cinco adultos mayores entrevistados en el centro, sólo uno aseguró que sus vástagos se preocupan por él. Pese a que las precariedades económicas afloran, fruto del bajo presupuesto que recibe, el lugar se convierte en un hogar para los envejecientes que llegan a las 8:00 de la mañana y se van a las 4:00 de la tarde.
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“REPARA ABANICOS A DOMICILIO”
“Mejor que en casa”
El alma alegre del hogar de Día de Sabana Perdida es Georgina Paulino (María), tiene 66 años, tuvo una hija que no crió, porque según sus palabras se la regaló a la abuela materna y desde siempre se ha garantizado el sustento por sí misma, lo cual logra reparando abanicos a domicilio. Anda en las calles, vociferando sus servicios, en busca de clientes.
“Este centro es mejor que mi hogar, hemos encontrado refugio, familia, madres, aunque sean más jóvenes que nosotros, porque la doctora Molina hace más de lo que le pertenece para ayudarnos”, dice. _
“Nunca dejo de venir”
Juan Santana tiene 84 años y desde los 15 ha estado trabajando en toda tarea vinculada a la tierra y producción. “Yo he ordeñado, arado, sembrado, cortado caña y he trabajado con pala y pico. Así crie 12 hijos, ninguno mío de sangre, sino de las dos mujeres con las que me uní”. Cuenta que vive con una de sus hijas y que su visita diaria al centro diurno en Mata Naranjo le ha hecho revivir nuevamente. “No quiero irme nunca, porque aquí estoy aprendiendo a escribir mi nombre, hago ejercicios y me tratan muy bien. Nadie nos habla mal. Nunca fui a la escuela porque desde chiquito lo que nos ponían en la mano era un machete”.