Fredi González no siente rencores tras su despido

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AL FILO DE LAS NOTICIAS.- VILLANOVA, Pennsylvania AP.- Fredi González compró dos botellas de vino y fue a tocarle la puerta al gerente general de los Bravos John Coppolella para conversar bien entrada la noche.

González también sabía que estaba despedido como manager de Atlanta, y que no se había enterado de manera formal, sino por un correo electrónico automático.

La agencia de viajes del equipo le había enviado al cubano el itinerario de un vuelo para el día siguiente, de Pittsburgh a Atlanta. Pero había un detalle: los Bravos tenían previsto jugar en Pittsburgh hasta el jueves.

González recibió la confirmación de una noticia que se esperaba — un bochornoso error de logística — con el encargado de viajes del equipo y se fue a hablar con Coppolella. Ordenaron pizza y analizaron una temporada para el olvido de los Bravos.

«Nos sentamos a hablar», dijo González en una entrevista con The Associated Press. «Nada de hostilidad».

El presidente de los Bravos John Hart llamó por teléfono y le indicó a González que había decidido despedirle al llegar a Pittsburgh el martes.

«Ahí le dije: ‘John, no tienes que venir acá para despedirme», relató González. «Fue algo lamentable, pero también estuvo bien».

Un par más de botellas de vino hubieran ayudado para que González se olvidara de un equipo que cuenta con el peor récord de las mayores y con un futuro inmediato es que muy sombrío.

Pero en su casa en el estado de Pennsylvania, González no podía desconectarse de los Bravos. Su aplicación móvil «At Bat» le notificaba el martes que su ex equipo perdía 9-0 ante Pittsburgh en el segundo inning. González tuvo que irse a otra habitación para poder estar solo.

«Sigue siendo mi equipo. Siento que debería estar con ellos», dijo.

González se expresó con aprecio hacia sobre los Bravos el miércoles durante un almuerzo con AP, cerca del campus de la Universidad de Villanova. González está comprometido en matrimonio con una mujer que reside en Malvern, un suburbio de Filadelfia, y planea residir en la zona.

Ya no tiene vivienda en Atlanta. González alquilaba una casa, y el contrato vencía el 30 de junio y recién había comunicado que iba a renovar por otro año.

«Me echaron dos días después», dijo riéndose. «Lo llamé (al agente de bienes raíces y me dice: ‘Ya sé para qué estás llamando'».

Sin trabajo. Fuera de Atlanta. Pero González cree que puede tener futuro en el béisbol.

Su récord como dirigente con los Marlins y Bravos llegó a registrar 65 victorias sobre .500, pero había quedado en apenas ocho juegos (710-692) al momento de su despido.

No quiere quedarse sin hacer nada la próxima temporada. Quiere ser coach («no es solo dirigir o nada más»). Descartó la televisión y mostró algo de interés por un puesto en los despachos ejecutivos.

Los Bravos, en tanto, confían recuperarse para 2017, cuando se muden a un nuevo estadio en los suburbios, SunTrust Park.

El equipo amaneció con foja de 9-29, rumbo a su peor campaña en tres décadas, todo causado por una combinación de lesiones, malos fichajes, un bullpen sin garantías y una ofensiva inoperante. Nadie se esperaba un hundimiento tan vertiginosamente y tan al fondo.

Un buen tipo. Así se suele describir a González, coach de tercera base de Atlanta con Bobby Cox antes que fuera contratado por los Marlins.

Dijo que podría ir a ver juegos como fanáticos. Se compró una entrada hace un par de años durante un día libre y se puso a bromear con Jeff Francoeur. Pero en vez de decidir una alineación para enfrentar el miércoles a Francisco Liriano, tenía otra tarea más apremiante.

González tenía que ir a recoger el vestido para el baile de graduación de su futura hijastra.

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