SANTO DOMINGO. En 2011, los Rangers contrataron por U$15,5 millones y cinco años a Leonys Martín tras abandonar su Cuba natal con la etiqueta de ser un producto terminado que impactaría de inmediato en las Grandes Ligas. Pero en cuatro campañas, el guardabosque de Villa Clara apenas bateó para .255, con una media de dos victorias sobre jugador reemplazo por curso, y a sus 28 años, Seattle acaba de firmarlo por US$4,1 millones.
Arizona fichó a Yasmany Tomás por US$68 millones previo a 2015, y el habanero dejó enormes interrogantes tras su primera experiencia; los Dodgers entregaron US$25 millones a Erisbel Arruebarrena y 12 meses después lo colocaron en asignación; el mismo conjunto reclutó a Héctor Olivares por US$62,5 millones en marzo (pagando un bono de US$28 millones) y ya en julio lo habían cambiado a los Bravos.
Son productos del frenesí que se desató en la última década por el gran talento beisbolístico cubano, uno que no requeriría los casi seis años de trabajo en ligas menores de un venezolano o dominicano. Este fenómeno encontró mayor justificación con casos de éxitos como José Abreu, Kendrys Morales, Yoenis Céspedes, Yasiel Puig y Aroldis Chapman, luego de lo demostrado por los hermanos Orlando y Liván Hernández a finales de los 90’s y principio de la primera década de este siglo.
“La MLB sabe que los cubanos son una especie de mercancía de venta. Primero por lo prohibido, que es una situación normal dentro del ser humano, segundo porque en el terreno la mayoría ha dado resultado y, tercero, porque no tienen que durar preparándolo tanto en el ámbito de desarrollo como en el ámbito psicológico y emocional, son ya productos terminados”, dijo David Toribio, agente de jugadores certificado por la MLB.
A pocos puede sorprender el dinero que recibirán los hermanos Yulieski y Lourdes Gourriel una vez estén habilitados para firmar. Un dinero que ni siquiera peloteros estadounidenses como Mike Trout y Bryce Harper o el puertorriqueño Carlos Correa soñaron conseguir con sus primeros cheques, a pesar del alto nivel de cotización conque llegaron al sorteo.
Pero Toribio, que ha tenido en su portafolio cubanos y dominicanos como Carlos “Tsunami” Martínez, entiende que el “boom” de dinero rápido hacia jugadores de la patria de José Martí está cerca de llegar a su fin.
“Ya ese fenómeno va en decadencia vertiginosa por un asunto elemental, casi aritmético o lógico a la vez. Hay una disminución de ese producto en el mercado debido a que en un año se han escapado más de 200 peloteros, pero los peloteros tops ya no quedan apellidos sonoros, quedan pero escasos”, explicó este abogado con varias décadas vinculado a la industria del béisbol.
“Cuando hablas con los equipos y les mencionas un cubano, lo primero que te piden es las estadísticas, qué ha hecho en Cuba. Ya los muchachos que están quedando en Cuba, se están reduciendo la cantidad, porque los peloteros uno A porque se han escapado, y el resto no tiene las estadísticas necesarias para despertar el mismo interés en los equipos”, dijo Toribio.
Aseguró que en el país hay decenas de peloteros cubanos que tras exhibirse y no lograr contratos han tenido que abandonar sus aspiraciones y se han integrado a labores seculares.
En la larga carrera como abogado, Toribio ha tenido que enfrentar en los tribunales a equipos de las Grandes Ligas, y entiende que el país no ha explotado el potencial que tiene como manufacturero de peloteros.
“El Gobierno no sabe que con solamente con un 3-4% de los muchachos que llegan a Grandes Ligas tenemos US$500 millones, si hacemos una regla de tres, y en vez de ser un 3% es un 9-10% nos encontráramos con US$1,500 a US$2,000 millones”, dijo Toribio.